Guardianes de la comunidad: el pacto del viento y la esperanza

Inspirado en La Guajira y sus gentes
  • Bajo el mismo cielo ardiente que ha visto pasar caravanas, sueños y generaciones
  • Por eso, en los pueblos guajiros ya no se teme al uniforme, sino que se agradece su presencia.
  • Hay algo en su aire, en su luz y en su gente que la hace única, casi mística.

El departamento de La Guajira es distinto. Hay algo en su aire, en su luz y en su gente que la hace única, casi mística. Sus paisajes exóticos, donde el desierto se encuentra con el mar, son un cuadro vivo que cambia con el viento. Pero la verdadera belleza de esta tierra radica en su gente, especialmente en sus mujeres, quienes se convierten en postales vivientes, adornadas con chinchorros, mantas, mochilas y manillas.

Cuando el sol se oculta tras las dunas, ellas adornan el horizonte con su caminar, y la luna, cómplice de su elegancia, les regala su luz.

Cuentan que en los caminos polvorientos de La Guajira sopla un viento que no solo levanta arena, sino también promesas. Ese viento, según los abuelos, es el mismo que guía a los guardianes de la comunidad: hombres y mujeres de la Policía Nacional de Colombia, quienes han aprendido que proteger no es solo vigilar, sino entender el alma del lugar que custodian.

Cada amanecer, entre el canto del gallo y el resplandor del sol que baña las rancherías, ellos recorren los pueblos con paso firme. No solo llevan uniforme: llevan oídos atentos, miradas sinceras y la voluntad de tender una mano. Los niños corren a saludarlos, los ancianos los bendicen desde sus portales, y las madres wayúu confían en que el viento —ese viejo mensajero del desierto— los acompaña en su labor.

Cuando uno de estos guardianes escucha el suspiro del viento entre los cactus, recuerda las palabras de los mayores:

La seguridad no se impone; se cultiva como la confianza, con respeto y corazón.

Por eso, en los pueblos guajiros ya no se teme al uniforme, sino que se agradece su presencia. Donde antes había silencio y recelo, hoy hay diálogo, risas y esperanza.

Bajo el mismo cielo ardiente que ha visto pasar caravanas, sueños y generaciones, los guardianes siguen caminando, sabiendo que proteger esta tierra es también proteger su historia, su gente y su raíz.

Dicen que mientras sople el viento del desierto, el pacto entre la comunidad y sus guardianes seguirá vivo, como símbolo de confianza, respeto y esperanza compartida.