Santander, Bucaramanga
Viernes, 10 de Abril de 2020
Una historia del capitán Fabián León Hernández, en medio de un llamado por salvar la vida de nuestros adultos mayores.
  • policias-talento-mebuc

Un cuadro de la última cena siempre ha adornado nuestra casa, junto a él a mano derecha una planta grande de Sábila que la guardamos en homenaje a la abuela Cleo. Nuestra casa, siempre sencilla, siempre modesta.

Recuerdo cuando desde temprana edad me dabas la mano para ir al colegio, eran años de añoranzas, recuerdos e historias almacenadas en mi corta memoria, que se entremezclan con olores, pasillos y comida de nuestra siempre pulcra casa.

También recuerdo que me decías que no me preocupara porque te gritaran abuelo, pues papá nos abandonó muy niños y mi hermano Franco y yo quedamos bajo tu cuidado. Hoy más que nunca tu voz gruesa suena en mi cabeza y aún no me explico por qué sucedió.

Eras tan cariñoso, tan dulce y tan especial que Franco y yo vivíamos felices de estar a tu lado. Parece que fue ayer cuando nos reuniste para decirnos que hipotecarias la casa para hacer de tu nieto Franco un hombre de bien, y nosotros que estábamos muy jóvenes no sabíamos que implicaría eso.

Vinieron meses duros, mientras mi hermano estudiaba en la escuela y juntos asumimos las riendas del hogar, hacíamos el "dúo maravilla" como nos llamábamos en ese entonces.

A veces la vida suele enseñarnos que los golpes más grandes son aquellos que llegan al corazón y fue así que un día nuestra burbuja de cristal se fracturó, algo extraño comenzó a pasitos de tortuga a carcomer nuestro presente de la manera más desconcertante que supiéramos.

Siempre que las tragedias están por llegar, parecen estar pre diseñadas para atraer más y más problemas de los que podemos soportar.

¡Ay viejo! cuántas veces Franquito te lo dijo, no importaba la hora, el día o el lugar, el durante varios ocasos te lo advirtió. ¡Ay papi! cuánta culpa tengo por no obligarte.

Créeme viejito lindo que si pudiera devolver los días del calendario no dudaría en pegar uno a uno los días que quité del almanaque junto a la pared para tenerte cerca.

Soñé mil veces que me vieras graduar de sicóloga y que ya cuando superarás diez años más de tu octogenaria vida, en el sepelio miraría al cielo entonando unas palabras de agradecimiento a las cientos de personas que ayudaste y daría gracias por darme el regalo de conocerte.

Pero hoy estoy sola y más lejos de tu féretro de lo que alguna vez imaginé. Ni una pálida flor hay en esta vacía sala, ni nadie que me dé un abrazo. Te me fuiste más de seis años antes de lo esperado, apenas acabaré este año mi bachillerato.

El galeno dice que es hora que me retire, que no serás enterrado como querías y que jamás te podré llevar flores. Qué ironía ni cuando tuviste cáncer sentí que te había perdido tan rápido como ahora.

El mundo es un caos, ya la cotidianidad perdió el sentido para mí, estoy cansada de tanto dolor y tanta tragedia. Lo sé viejito, yo no te debía haber dejado salir, debí llevarte la contraria, debí imponer a toda costa mi voluntad contra la tuya.

No fue ni un carro, ni algún accidente de tránsito el que ocasionó mi desesperanza más profunda, fue mi profunda necedad.

Siiiii, yo sé que te veías joven, que hacías deporte pero nadie era inmune y menos a tu edad. Esta tragedia fue más terrible que un mismo terremoto, por que nos avisó de mil y un maneras y nadie la escuchó. Yo sé que fueron cientos de miles, altos, bajos, medianos y de todas las razas, pero para mí el más importante eras tú.

Te despido con miles de sueños rotos, no pude demostrarte a donde llegaría. Los señores de bata blanca dicen que es la última vez que te veré.

Yo miro a Franco y sus ojos vidriosos me hacen pensar que sufre tanto o aún más, él es más fuerte que yo, creo que será otro buen papá, solo que está vez estará vestido de verde ayudando a miles de personas para que no comentan este error que cometí al dejarte salir de casa solo, al no protegerte del peor y más grande de los enemigos que me lo arrebató, el haber sido indiferente.

Una de las tantas metas que cumpliste fue haber hecho de Franco un hombre de bien, él y yo siempre nos sentamos a mirar el cuadro de la última cena, y me despide con un beso en la frente me abraza fuertemente y me dice que el ama por sobre todas las cosas salir a la calle a salvar vidas. Creo que el universo a veces nos da y nos quita, pero en mi hermano veo esa esperanza que se requiere de aquellos que a pesar del peligro siempre están dispuestos a cuidar nuestros sueños.