El ángel de los perros: la historia del policía que salva a caninos abandonados

El teniente Rubén Andrés Rivera Giraldo, un hombre que convirtió su uniforme en un puente de ternura hacia los animales.
  • Sus primeros amigos de cuatro patas en Maríalabaja fueron Vegeta, Mono y Manchas
  • En el departamento de Policía Bolívar, estamos comprometidos no solo con la seguridad de las personas, sino también con el bienestar de los animales

Dicen que en Maríalabaja, cuando los gallos saludan la aurora con su canto, no solo despiertan al pueblo, sino que también son testigos de una historia singular: la del teniente Rubén Andrés Rivera Giraldo, un hombre que convirtió su uniforme en un puente de ternura hacia los animales.

Nacido en las montañas de Manzanares-Caldas, donde la niebla se enreda en los cafetales y las montañas susurran resiliencia, Rubén creció rodeado de tierra fértil y lecciones de campo en un colegio agropecuario. Allí aprendió que cada criatura —desde el más humilde insecto hasta el más noble caballo— merece respeto y cuidado.

Sus primeros amigos de cuatro patas en Maríalabaja fueron Vegeta, Mono y Manchas, tres perritos que lo acompañaban en jornadas de sol ardiente y noches serenas. La partida trágica de Vegeta lo marcó hondamente, pero en lugar de endurecer su corazón, avivó aún más su amor por los animales.

Con el tiempo, la estación policial dejó de ser solo un puesto de vigilancia para convertirse en un refugio improvisado. Los perros callejeros, como si la brisa les trajera la noticia, llegaban buscando agua fresca, un puñado de arroz, la sombra generosa de un árbol, o simplemente compañía. Allí encontraban algo más que alimento: hallaban afecto, caricias y un rincón seguro.

El Teniente y sus auxiliares los bañaban con paciencia, curaban sus heridas y les devolvían la dignidad perdida. Y ellos, agradecidos, se convirtieron en fieles centinelas, acompañando las rondas policiales como si también fueran guardianes del pueblo.

Con el apoyo de la agro-veterinaria La Central, que colaboraba con medicinas y desparasitantes, la misión tomó fuerza. Pero la mayor parte de la ayuda salió de su propio bolsillo y de un caudal inagotable de bondad.

Hoy, cuando los gallos anuncian un nuevo día en Maríalabaja, parece que en sus cantos viaja el eco de una verdad sencilla: los animales fueron, son y seguirán siendo sus maestros. Ellos enseñaron al teniente Rubén Andrés Rivera Giraldo que el amor verdadero no conoce fronteras, que la lealtad puede tener cuatro patas y que un corazón noble siempre encuentra cómo multiplicarse en los demás.

En las calles polvorientas del pueblo, aún se recuerda que hubo un policía que convirtió su estación en un santuario. Y mientras haya gallos que canten al amanecer, su historia seguirá viva, como un legado de humanidad en medio del uniforme.

"En el departamento de Policía Bolívar, estamos comprometidos no solo con la seguridad de las personas, sino también con el bienestar de los animales. Creemos en una policía cercana a la comunidad, que protege y cuida a todos sus miembros, incluyendo a aquellos que no tienen voz. Nuestro objetivo es construir una sociedad más justa y compasiva, donde el respeto por la vida sea un valor fundamental". Manifestó el coronel Alejandro Reyes Ramírez, comandante Departamento Policía Bolívar