Este 16 de julio, cuando los motores de la caravana policial retumben en los caminos de Bolívar y las sirenas rasguen el cielo en honor a la Virgen del Carmen, un nombre resonará entre los aplausos, los rezos y el orgullo institucional: Pedro Salcedo Ramos. Para todos en la Policía Nacional, simplemente ‘Cumbamba’, el agente en servicio más veterano del Caribe colombiano, y un símbolo viviente de fe, vocación y lealtad.
A sus 73 años, y con 43 de ellos entregados al servicio activo, ‘Cumbamba’ no solo representa la experiencia sobre ruedas. Es también el corazón de una tradición devota que lo acompaña desde niño y que se mantiene intacta: la de encomendar cada jornada a la Virgen del Carmen, patrona de los conductores, a quien le enciende una vela cada 16 de julio sin falta.
Nació en Bogotá, pero su alma se volvió costeña hace más de cuatro décadas, cuando fue asignado al Departamento de Bolívar. Su historia como conductor comenzó mucho antes de portar el uniforme. Desde niño acompañaba a su padre Benjamín en un viejo camión Mac que transportaba ganado entre La Dorada (Caldas) y la capital del país. Aprendió a leer los caminos entre el polvo y el barro de las sabanas de Cundinamarca. También ahí nació su amor por la Virgen.
Ingresó a la Policía Nacional en junio de 1983. Desde entonces, ha recorrido gran parte del departamento, incluyendo los Montes de María, donde vivió los años más duros del conflicto armado. Allí perdió compañeros de patrulla, enfrentó riesgos y emergencias, pero nunca soltó el volante. Su temple, humildad y compromiso lo convirtieron en guía para muchos jóvenes policías que aún hoy le siguen llamando con respeto: “viejo ‘Cumbamba’, el hombre del corazón grande”.
“Mientras Dios y la Virgen del Carmen me den licencia, seguiré cumpliéndole a mi Policía”, dice con serenidad. Cada día, antes de arrancar el motor, se hace la señal de la cruz y reza en silencio. Lleva una medallita de la Virgen en la billetera —regalo de su padre— y un escapulario que le dio el capellán de la institución. En su vehículo, una pequeña imagen de la Virgen lo acompaña como copiloto sagrado.
La devoción se hizo familia. Su padre lo llevaba a procesiones en honor a la Virgen, y él continuó la tradición. Una de sus hijas, que hoy vive en España, lleva por nombre Adriana del Carmen en homenaje a la patrona.
Entre sus compañeros, es sinónimo de seguridad y confianza. “Si él va al mando, el camino se siente más tranquilo”, dicen los que lo han acompañado en misión. Su apodo, que le viene de su mandíbula pronunciada, también define su carácter entrañable: amable, respetuoso, solidario y profundamente disciplinado.
Su vida está llena de anécdotas que revelan su ingenio y coraje. Una vez, logró burlar un retén guerrillero haciéndose pasar por un conductor civil. Vestido con gorra, ropa sencilla y abarcas, transportaba agua para una base policial en zona roja. “Apenas saludé con la cabeza y seguí derecho… Gracias a Dios no se dieron cuenta”, recuerda. Su estrategia salvó no solo el suministro, sino probablemente su vida.
En otra ocasión, fue injustamente acusado por un periodista de vender agua en un pueblo de Bolívar. En realidad, el líquido se estaba regalando a la comunidad en medio de una emergencia. Pedro no se defendió con gritos, sino con hechos: recogió firmas de los beneficiarios, presentó los testimonios y, tiempo después, el comunicador le tocó rectificar públicamente.
Hace algunos años, perdió a su esposa, su compañera de vida desde antes de ser policía. El golpe fue duro, pero nunca le robó la fe. Hoy, aunque las canas y las arrugas marcan el paso del tiempo, su espíritu sigue intacto y se mantiene como un roble. “Tengo gasolina para rato”, dice sonriendo, mientras habla de sus pasatiempos: el billar, el fútbol, Leonardo Favio, Leo Dan, las películas de Cantinflas y El Llanero Solitario. A través de ellas evoca el pasado, no con tristeza, sino con gratitud.
Este año, durante el acto central en honor a la Virgen del Carmen, el Departamento de Policía Bolívar le rendirá un homenaje que no podía ser más justo. El teniente coronel Jhon Edward Correal Cabezas, comandante encargado, y el comisario Dalimiro Sanjuán de Ávila, mando ejecutivo de comando, le entregarán una imagen de la Virgen y una placa de reconocimiento por su vida de servicio.
Junto a él, serán exaltados 25 conductores más que sostienen la misión institucional desde el volante, en silencio, con responsabilidad y compromiso.
‘Cumbamba’ lo dice con una mezcla de orgullo y humildad: “Donde voy, me va bien”. Y no es suerte: es el resultado de una vida guiada por la fe, el deber cumplido y la gratitud. Si algún día la vida lo sorprende en carretera o en servicio, lo tiene claro: “Si me toca, moriré feliz portando mi uniforme verde”.
Porque más que un trabajo, la Policía ha sido su camino, su casa, su altar. Su legado no va en placas ni medallas, sino en los que lo han visto servir sin descanso. Como su Virgen del Carmen, “Cumbamba” es un ejemplo para quienes conducen no solo vehículos, sino sueños de patria, lealtad y esperanza.